PIÑERA Y LA CULPA

El término del gobierno de Sebastián Piñera -ya sea por su destitución (así estamos) o por el fin legal de su mandato- será un problema para muchos en Chile. Se le extrañará. Suena raro decirlo, pero así será. No tendrán a quién echarle la culpa.

Tras el 18 de octubre de 2019, varios se han encargado de repetirnos, de forma majadera, en cada grafiti, cuña o declaración, que Piñera es el causante de los achaques, profundos y lacerantes, del país. Por acción o por omisión, por haber sido algo así como un dictador o por no haber tenido los pantalones para serlo, por haberse regalado a la izquierda o por ser un fascista repulsivo, o por las razones que sean, se erigió a Piñera, de manera asombrosa, como el causante de todos nuestros males.

Es cosa de mirar. El candidato presidencial, Marco Enríquez Ominami, plantea que el desalojo del presidente no generaría una crisis, “porque el problema es él”. Quienes han aprobado los retiros de las AFP, admiten que es una pésima política pública pero que no les queda otra (como si fuesen niños o entes desprovistos de voluntad) por la negligencia de este gobierno. Al inicio de la pandemia, los muertos se le cargaron también a esta administración. Otro candidato, muestra un gráfico que explicaría la explosión migratoria en Chile tras la visita de Piñera a Cucuta. Y muchos piensan que las causas del estallido social, y la violencia que vivimos, se deberían a Piñera, a sus ministros y a su desidia.

Pero ahora que se va, ¿a quién culpar?

Es cierto. Quien conduce el presente y el futuro del país, es el primer responsable, y debe estar dispuesto a ser cuestionado y a rendir cuentas. Pero se exagera. Convenientemente, todo se exagera. Algo similar pasó con Michele Bachelet en su segundo período.  Por supuesto que este no es el mejor gobierno de la historia. Tampoco es la mejor derecha, ni la mejor izquierda, ni los mejores parlamentarios. Se han cometido errores, y muchos. El presidente, a veces, no ayuda. Su ambición y su debilidad por los negocios, tampoco. Hay temas – eventualmente constitutivos de delitos- que deben ser investigados. Con todo, Piñera nos puede gustar, o no. Podemos odiarlo, si queremos. Pero esta tierra -lamento la noticia- no tiembla por él.

Es bueno decirlo, aún a costa de la desilusión. Hay que estar preparados. Después de Piñera – sea quién sea el presidente- vendrán tiempos jodidos, porque está jodido el mundo, las democracias, la economía, el orden, la corrupción, el narcotráfico, la Araucanía, las instituciones y la confianza.

La fijación por Piñera (casi patológica) de los últimos dos años, esconde también un grave síntoma: el de políticos y líderes incapaces de abordar la realidad como un entramado complejo, y lo que es más preocupante, de mirarse a sí mismos con espíritu crítico y adulto. Si Piñera es la causa del malestar, ¿para qué preguntarse? ¿para qué buscar en la propia sombra? Mejor sacarlo de la escena, a ver si se acaba la rabia. Pocos, muy pocos, tienen el coraje y la lucidez de asumir la propia responsabilidad.

Sigo los debates con atención. Aparece el nombre de Piñera, una y otra vez. De nuevo, el culpable. “Está avisado”, le advierte Gabriel Boric. Cada uno promete un Chile mejor. Justo. Próspero. Digno. En paz. Se muestran seguros. Ellos (y ella) saben cómo hacerlo. Habrá que ver. Otra cosa es con guitarra. Ya no tendrán a quién echarle la culpa.

Por Matías Carrasco.

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Un comentario en “PIÑERA Y LA CULPA

  1. Luzma dijo:

    Espectacular tu columna Matías , es una vergüenza lo qué pasa en este País ….. en todo sentido , el único argumento que tienen es culpar , culpar … no hay una reflexión , un análisis reflexivo de lo que nos pasa en el País.
    Lamentable !

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