NO PELEE

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No pelee. Intente no hacerlo. Si ya estamos en un Chile polarizado, la cosa se va a tensar aún más en las proximidades del plebiscito constitucional. Apruebo o rechazo. Otra vez, el binomio. Y en esa encrucijada estaremos enfrascados en febrero, marzo, abril y vaya uno a saber.

Sin duda, es una cuestión importante. Se trata, nada más y nada menos, que de la Constitución. Hay que dedicarle tiempo, informarse, leer, consultar y reflexionar seriamente sobre el asunto. Mal que mal tiene que ver con el país que queremos y con los principios que regirán nuestra manera de vivir. No es cualquier cosa.

Algunos ya han fijado su postura. Tendremos franja televisiva y se espera una reñida contienda entre campañas de uno y otro lado. Y como esto es binario, el negro se hará más negro y el blanco más blanco. El tema se discutirá en la casa, en el trabajo, entre amigos y en grupos de whatsapp. El miedo – ya lo hemos visto- se utilizará como un arma de convencimiento. Y asustados nos ponemos saltones, irritables, suavecitos de casco y de piel. Pero no se vaya a pelear.

Converse, eso sí. Discuta, si quiere. Ponga sus ideas sobre la mesa. Procure escuchar y abrirse a los argumentos del otro, aún cuando piense que tiene toda la razón del mundo. El problema que tenemos por delante es complejo y de resultado incierto. Por eso no es justo ni conveniente moralizar o sancionar los intentos por darle solución.

Hay quienes sostienen que el rechazo es una manera de cuidar lo construido, de evitar un descalabro y de impedir que una hoja en blanco convierta a Chile en un régimen antidemocrático o en algo peor a lo que tenemos. A juzgar por lo que se ve, por los descolgados de la calle y del Congreso, por la vehemencia y la refriega y por la pequeñez de nuestros líderes, no parece una locura. Pero, ¿quién nos asegura que aún ganando el rechazo evitaremos el despeñadero? ¿qué tal si el rechazo profundiza el descontento y el sentimiento de exclusión?

Los que están por el apruebo, plantean una mirada más optimista (ingenua, dirán otros). Señalan que estamos frente a la oportunidad de hacer de Chile una tierra más justa. Ven en la Constitución un símbolo necesario de participación y de sentido. Sueñan con un nuevo pacto social, consensuado en democracia y entre todos. No solucionará el grueso de las demandas, dicen, pero ayudará a darle cauce al río que se nos desbordó. Tiene lógica. Pero, ¿qué pasa si esa sensatez que imaginamos no existe en realidad? ¿qué sucedería si se imponen las posturas más radicales?

Nadie sabe lo que va a pasar. Existen riesgos, en ambos extremos. Lo único cierto es que caminamos por una cornisa y tendremos que mantener el equilibrio. Quizás eso es lo que debamos hacer mientras tanto: mantener el equilibrio. Es difícil. ¡Vaya usted a preguntarle a los trapecistas que nos miran desde arriba! Pero es necesario intentarlo. Si seguimos en el espiral de la confrontación, la tuya, la mía y dos más, no llegaremos a ninguna parte, ni con ésta ni con una nueva Constitución.

En un relieve tan diverso, de mares y montañas, de desiertos y glaciares, es natural que pensemos distinto. La opinión propia no debe ser impuesta, por más que le arda la cabeza. Muévase con la calma del trapecista. No vaya a pisar el palito. Cuide sus relaciones, amistades y familiares. Converse. Opine. Diga lo que piensa. Pero no pelee. Hágalo por usted, por los suyos y por la convivencia nacional.


Por Matías Carrasco.

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