HACIENDO AGUAS

inundacion

Por segunda vez en menos de dos meses volvió a inundarse la ciudad. Primero fue la lluvia y las negligencias de la Costanera Norte y el Gobierno. Ahora la rotura de una matriz volvió a llenar de agua las calles de Providencia y parte del centro de Santiago.

En la última década hemos crecido. Somos más. Los edificios son más grandes, las carreteras amplias y modernas. Los autos se han multiplicado y los cerros se han llenado de grúas, construcciones y flamantes viviendas. Creció también el PIB, la producción, las exportaciones y el acceso a financiamiento. Nos llenamos de strip centers y malls.  Tanto crecimos que ingresamos triunfantes al exclusivo club de la OCDE y exhibimos con orgullo la torre más alta de Sudamérica. Somos campeones.

Pero también crecieron los problemas.  Creció el consumismo, las deudas y la angustia. Crecieron las filas y el hacinamiento en el Metro y el transporte público. Aumentaron los tacos, roces, garabatos y bocinazos. Creció la impaciencia y la ansiedad. Se incrementó el ruido y la violencia, y con ello, disminuyó la paz y la tranquilidad. Crecieron las ventas de Ravotril y Bromazepan.   Asomaron como callampas las redes sociales y, paradójicamente, creció  la soledad y el aislamiento.  Creció la imagen de un país exitoso, y en silencio, también creció la depresión. Crecieron los números…y la desigualdad.  Creció el acceso a la educación , y también, la mala educación. Y en un país rico y pujante crecieron las ambiciones, los sueños y las demandas de la gente. Con justa razón, todos querían su tajada.

Hace un rato ya vemos como aumenta amenazante el nivel de las aguas, pero soportamos el empellón en la misma, roída y vieja represa de hace años atrás. Las deficiencias de nuestra clase dirigente y la desconfianza y divisiones que todos hemos alimentado, trizaron la gran muralla y las filtraciones son pan de cada día. Chile gotea y estamos haciendo aguas.

Quizás por eso fallan las matrices, la política, la empresa, la Iglesia, las familias y el Sename. Quizás por eso se cansan los ministros. Quizás por eso fallamos todos. El molde, nuestros estilos y formas, no dan para más.

No es necesario esperar a que se rompa la represa para vernos a todos con el agua hasta el cuello. Será más prudente abrir lentamente las compuertas y dejar que las aguas fluyan en su curso normal. Y en esa calma,  con especial cuidado y amor por Chile, comenzar a reparar las grietas por las que el país se nos va.

 


Por Matías Carrasco. 

 

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