En su libro «La utopía nazi», el historiador y cientista político, Gotz Aly, trata de explicar cómo el pueblo alemán pudo aceptar la utopía nazi basada en el exterminio y el racismo. «¿Cómo pudo suceder?” – se pregunta. Su tesis señala que el silencio o la indiferencia de la gente – tácita o inconscientemente – fue a cambio de un mayor bienestar económico, social y un aumento del nivel de vida de los alemanes.
Es decir, a mayor bienestar personal, mayor adhesión y lealtad al Estado benefactor.
Pienso en esto cuando veo y leo las contradictorias opiniones tras la muerte de Fidel Castro. Para algunos sigue siendo un héroe. Para la Presidenta un líder que luchó por la dignidad y la justicia social. Y para otros un dictador que engañó a su pueblo y asfixió las libertades civiles y políticas de la isla.
¿Qué puede marcar las diferencias entre unos y otros? ¿Cómo es posible transitar del cielo al infierno cuando hablamos de la misma persona y de la misma historia? Para mí la respuesta estaría, justamente, en el beneficio.
Seguramente aquellos que se vieron, por una u otra razón, beneficiados por el régimen castrista lo adoran, lo defienden y lo seguirán añorando. Los que compartieron su ideología y su odio yankee, los que festejaban en las grandes casas de La Habana, los que consiguieron algún cargo, los que hicieron negocios, los que recibieron buena salud y educación, los que fueron acogidos por su régimen, los que recibieron entrenamiento militar o los que simplemente se enamoraron de los discursos y la figura de Fidel. Ellos y ellas, los beneficiados, lo seguirán adulando.
Y en Chile pasa lo mismo. Aquellos que defendieron y defienden la dictadura militar son también los que se vieron beneficiados de ella. Ya sea porque vieron restaurado el orden, por que hicieron riqueza, por que mejoraron sus condiciones, porque se acabaron las colas, porque les facilitó su carrera política, porque consiguieron un mejor trabajo, porque adherían al discurso antimarxista o porque también se enamoraron de la enigmática figura de Pinochet. Otra vez el beneficio.
Pero, ¿no es una obviedad todo lo que digo? ¿no es normal mostrar agradecimiento, apoyo o incluso lealtad a quién nos beneficia? Si, pero no a costa de la libertad y de la vida de los otros.
Los amantes de Fidel, los del beneficio, no vivieron la vida de los otros: de los cubanos ejecutados, de los oprimidos, de los exiliados, de los contrarrevolucionarios, de los acallados, de los que huyeron de la isla.
Y buena parte de los seguidores de Pinochet tampoco vivieron la vida de los chilenos expulsados, de los torturados, de los asesinados, de los desaparecidos y de sus familias.
Ni los unos ni los otros se imaginan lo que pasa al otro lado del beneficio, al otro lado del muro.
Quizás por eso es que las nuevas generaciones (a excepción de los de ideología pesada) – que no lo vivieron y por tanto no tienen en sus retinas la frescura del beneficio- logran una mirada más libre y objetiva de ambas realidades y son capaces de llamar dictadura a la dictadura y condenarla, sea en la mitad del océano o en el ultimo rincón del mundo.
Por Matías Carrasco.
las personas son como los perros, se acercan a quien los acaricia
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Estimado Matias: lo menos que puedo hacer es contarte que me enviaron un artículo tuyo, que lo disfruté y lo compartí, que me llegaron al alma tus consideraciones y tus pensamientos, que apareció como de milagro alguien que plasmó en sus escritos miles de puntos de vista y opiniones que alguna vez sentí mías. Gracias por haberte descubierto y entrar de algún modo en mi mente y en mi corazón. Un abrazo,
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Muchas gracias Fernando por tu comentario!! Qué bueno que encuentres en las tortugas un lugar para disfrutar y reflexionar. Da ánimo para seguir escribiendo. Un abrazo! Matías.
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Mis gracias junto a mi afecto, fer de Nanyfer.
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