Estamos viviendo tiempos revueltos. Por donde uno mire, se encontrará con algún lío. Hay mugre en cada rincón. Ya no somos los de antes. Ni jaguares, ni pulcros, ni un ejemplo para el barrio y la Región. Bienvenida realidad. Al fin nos estamos dando cuenta de que -como en el juego y en el amor- no siempre se gana.
Esta vez, estamos bailando con la fea. Y en la mitad del baile no sólo se ha perdido la confianza, sino también nuestro prestigio y reputación. Probablemente ya no puntearemos arriba en los rankings de transparencia y probidad. Lo siento.
Basta ya de mirar a nuestros vecinos por sobre el hombro. ¡Qué superioridad! ¡Qué aires de grandeza! Somos pencas. La inconsistencia, la madre de todos los corderos, la bendita inconsistencia ha atravesado como una espada el corazón de Chile. Nos pillaron. Tiraron fuertemente de la alfombra y aparecieron ahí todas nuestras pequeñeces y triquiñuelas. Por años tapamos el sol con un dedo, pero ya no más. Un eclipse inesperado se encargó de echarlo todo a perder.
Estamos desnudos. Como Adanes y Evas, avergonzados y en vitrina, intentando tapar como sea nuestra intimidad revelada en medio de un paraíso de codicia y ambición. Cuando pensábamos que íbamos como lanza al desarrollo, cuando creíamos que éramos la nueva vedette de los países de la OCDE, cuando soñábamos con ser la Finlandia de Latinoamérica, un aluvión de escombros y desechos se encargó de echarlo todo por la borda y volvernos a nuestro lugar.
Somos pencas. Y es bueno que lo asumamos de una buena vez. Es la única manera de agachar la cabeza, bajar la voz, echar abajo las barreras y disponernos a conversar. ¡Siéntanse todos invitados a la fiesta de la inconsistencia!. Y ahí estarán, reunidos, buena parte de Chile.
Llegarán quiénes aún teniéndolo todo, se coludieron, hicieron trampa o jugaron sucio por un poco más de dinero y poder. Estarán también aquellos que nos hablaron por años de democracia y financiaron sus campañas con platas del yerno de Pinochet. Tocarán la puerta los defensores de derechos humanos (sólo en Chile), incapaces de ver atropellos al otro lado del muro, en Cuba y Venezuela. Se dejarán caer los twitteros y asiduos a las redes sociales que disparan con ferocidad contra cualquier cosa, aún teniendo sobre sus cabezas los más finos y delgados tejados de vidrio. Entrarán bajo el umbral de la puerta católicos que acostumbran a apuntalar con el dedo tanta inmoralidad bajo las sábanas, pero callan frente a la inmoralidad que ocurre en sus propios bolsillos. Bailarán allí férreos defensores de la vida, pero sordos después ante el clamor de madres solteras por ser aceptadas en una sociedad que la excluye y discrimina. Reirán en un rincón ésos que crucifican a los acusados de tanta boleta ideológicamente falsa, aún cuando cargan con sus pequeños Caval y Pentagate. Y estarán sentados en la barra columnistas que escriben a diario cuanta cosa se les venga a la cabeza, tomando sus propios sorbos de inconsistencia y desfachatez. Ahí estaré yo.
Y así, suma y sigue. De uno y otro bando, de todos los colores, comparten sin saberlo, en la fiesta de la inconsistencia. Y usted también está invitado. Mírese con honestidad en el espejo y se dará cuenta que es parte de la misma celebración. ¡Bienvenido!
Se corrió el velo. Se destapó la olla. Se sacudió la alfombra. Somos pencas. Asúmalo. Asúmase. Y ayúdenos con ese gesto a soltar la piedra, bajar las luces y comenzar a trabajar, responsablemente, por recuperar la confianza perdida.
Por Matías Carrasco.
Bien Matías, como siempre me gustó tu comentario. Es un retrato hablado de nuestra sociedad. Me he dado cuenta, que la mayoría de tus temas se refieren a una crítica constructiva hacia la idiosincracia de nuestro pueblo. Cambiará algún día? Qué generación podría llegar a hacer este milagro? Nuestros nietos y bisnietos se sentirán orgullosos algún día de este país? El problema es que las pocas cosas buenas que nos van quedando se «opacan» con estas «sorpresas» que se han dado a conocer últimamente….
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Lo que es más triste, es que en algo si te equivocas; somos pencas, cierto, y eso no es gran novedad.
Pero aun así, seguimos siendo «ejemplo para el barrio»; lo que obviamente no habla muy bien del barrio, o no?
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Exelente Matias , una vez mas en forma prufunda, sana, transparente ,sin odios haces un profundo y muy buen análisis de la realidad chilena actual !
Siento pena……. Es muy triste ver a lo que hemos llegado , sin vislumbrar ademas ningun liderazgo de alguien que sea capaz de Actuar , de tener el Coraje de poner orden y decir Basta ya!!
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