Probablemente usted no lo sabe. Incluso le podrá parecer un asunto anacrónico o, a estas alturas, irrelevante. Pero por estos días en las páginas del diario El Mercurio se generó una nueva discusión respecto a la moral sexual católica y al uso de anticonceptivos artificiales en el control de la natalidad. Fue el sacerdote jesuita, Jorge Costadoat, quién tiró la primera piedra al invitar a revisar la doctrina en función de la realidad y de los cambios que hoy viven las familias del mundo entero (muy lejos de lo que mandata la voz oficial de la Iglesia, por cierto).
El cura plantea, entre otras alternativas, la posibilidad de que la Iglesia se abra en el próximo Sínodo de la Familia a aceptar el uso de medios artificiales, o bien, dar mayor importancia a la libertad de conciencia de cada persona, pareja o matrimonio. Dicho sea de paso, la Iglesia acepta sólo métodos naturales de anticoncepción: billings o abstinencia sexual. Le puede gustar o no, pero es lo que dicta, al día de hoy, el magisterio.
Pero no es primera vez que Costadoat insiste en este punto. Ya lo había hecho meses atrás en la misma vitrina. Y allí encontró una férrea oposición: lo invitaron a “tener el coraje de formar su propia Iglesia, para acomodarla a sus gustos y a la sociedad actual”. Con ironía lo tildaron de “idealista ilustrado”, de “sacerdote innovador” y le enrostraron la ley natural, para intentar convencernos de la supuesta inmoralidad de éstos y otros actos afines al ejercicio de nuestra sexualidad.
Y todo porque los métodos anticonceptivos atentarían contra el plan de Dios y promoverían un “acto conyugal” infecundo. Pero, perdón que me meta en su cama, pero ya se metieron en la mía, ¿no son los medios naturales también un método que interviene el Plan de Dios? ¿no está pensado el Billings para, deliberadamente, controlar el nacimiento de una nueva vida? ¿no existe ahí un seguimiento consciente de la fertilidad para poder garantizar – al menos en un altísimo porcentaje- relaciones sexuales infecundas? Para ser justos, un condón cerraría la puerta, pero el Billings la dejaría junta, no abierta. Al final es un tema de probabilidades, casuística o efectividad del método. Pero ambos buscarían el mismo fin: controlar la natalidad, controlar el Plan de Dios… ¿o no?
Soy partidario de que cada pareja viva su intimidad como le parezca, de acuerdo a su realidad y su propio discernimiento. Para muchos la sexualidad es crucial, transversal y parte fundamental de nuestra vida, en toda su dimensión. Y por eso es sano que se viva plenamente. Como católico, tengo la sensación de que la fe no se juega en lo natural o artificial del método.
Lo que no me parece justo es que a los amigos del sombrerito y las píldoras se les ponga en el confesionario, y al resto, en un altar. Es esa cierta autoridad moral la que molesta, irrita y nos inspira, a algunos católicos, a levantar la voz y escribir estas letras.
Es por eso que comparto la cruzada de Costadoat y la necesidad de, al menos, revisar estos temas. Le haría bien a la Iglesia y a quienes se sienten excluidos o marginados de ella. Ya veremos.
Matías que valiente y consecuente el invitarnos a todos a revisar estos temas tan importantes hoy en día.
Te felicito por levantar tu voz y escribir estas letras ya que nos ayuda a muchos católicos a reflexionar ,…….. Ser más humildes,…..y no descalificar de plano al padre Costadoat y a personas que piensan ,……y en consecuencia invitan a la reflexión sería, abierta ,profunda en temas tan importantes y actuales del siglo XXI
Gracias !!!
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Siguiendo tú linea pienso que debiesemis asegurar que los metodos que utilizamos actuen inhibiendo la ovulación o la llegada de los espermios al ovulo ( metodos de barrera), ya que a mi parecer son estos metodos los interrumpen la concepción y no pasos posteriores a la fecundación, al menos ese es mi paeanetro
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La única forma de hacer debate sensato al respecto es poniendo sobre la mesa las premisas que hay detrás de cada postura, y de hecho las hay. Sólo así se podrá, siguiendo la conciencia, poder adoptar una de ellas asumiendo todo lo que trae consigo, siendo consecuente. Sin embargo, eso no se hace (ni del lado conservador, ni del moderado, ni del progresista) porque por lo general quienes levantan estas posturas lo hacen sentados desde su «cátedra de jueces» (incluso los «liberales» se sientan a pontificar, sí) y no conocen o no les conviene dar a conocer cuáles son las premisas que fundan cada postura, porque se caerán las caretas y la inconsecuencia y la hipocresía quedará al descubierto a plena luz del día. No sea que Jesús venga y nos trate tan duramente de hipócritas, de «sepulcros blanqueados» como los fariseos. No se trata, como señala Costadoat, de revisar estas posturas en miras de modificar la enseñanza de la Iglesia, sino de ver dónde estoy situado yo, y si mi postura es coherente con mi conciencia o se basa en falacias o en criterios de autoridad ciega. En base a eso decido dónde estar y asumo mi postura de palabra y de obra, con todas las consecuencias que ello conlleve.
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Me interesan y me remueven los planteamientos de Matías Carrasco.
Este es el momento de ser una Iglesia como fue la que aparece en Hechos de los Apóstoles de la Biblia.
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