DEMASIADO

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Busqué el significado de la palabra “demasiado”. Indica una cantidad, número, intensidad o grado mayor del necesario, del que se esperaba o del que se considera conveniente. Esa es la respuesta. Hay otras, pero apuntan a lo mismo. Y pienso que Chile se ha vuelto «demasiado». Quizás el mundo. Hay cierta perplejidad flotando en el aire. Nadie sabe muy bien para dónde va la micro, qué hacer o qué diablos decir. Mi hipótesis es que estamos haciendo las cosas «demasiadamente». Es decir, con una fuerza y un volumen desmedido.

Todo se ha vuelto «demasiado». Demasiado ruido, demasiada virulencia, demasiada liviandad, demasiada tecnología, demasiada corrección, demasiada seriedad, demasiado patriarcado, demasiado feminismo, demasiada exhibición, demasiada rigidez, demasiada pulcritud, demasiado consumo, demasiado.

Demasiado es excesivo y lo excesivo, según la RAE, se sale de la regla. Es la piscina desbordada. Y cuando estamos llenos, no cabe nada más en nosotros. Ni siquiera el deseo. ¿Qué podemos desear si estamos saciados en abundancia? Demasiada información, demasiados estímulos, demasiados whatsapp, nos tienen con el alma a punto de rebasarse.

Es importante volver a las medidas. Un dosificador podría arreglar el problema. Pero no se ve mucho en el horizonte. Los líderes también actúan “demasiadamente”. Basta verlos discutir en el Congreso o intercambiar declaraciones – siempre subidas de tono, siempre descuadradas- a través de las redes sociales o de los medios de comunicación. Demasiada ideología, demasiado populismo, demasiado cálculo mezquino.

Incluso las causas, varias nobles y justas, también se asumen con el ímpetu y la vehemencia de la demasía. Algunas, tanto se han pasado de rosca, que solo giran sobre sí mismas, sin dejar espacio a la divergencia, a los matices y al pensamiento.

¿Cómo combatir tanta demasía?

Vuelvo al diccionario. Esta vez en busca del antónimo. Me encuentro con la escasez. Existencia limitada e insuficiente de algo, especialmente si se considera necesario. Sin duda la ausencia y la privación nos enseña. A extrañar, a valorar, a desear, a crear. Pero es dura. Puede que la escasez también sea una solución exagerada.

Quizás se trate de intentar vivir “menosmente”. Menos ruido, menos virulencia, menos tecnología, menos whatsapp, menos rigidez, menos fanatismo, menos estímulos, menos.

Pero eso no lo encontraremos en la mitad de un país que se ha vuelto «demasiado». Habría que buscar en el silencio, en los ojos de un niño que duerme, en un abrazo largo, en un perro moviéndonos la cola, en un beso que nos ciega, en el aroma de las fogatas, en la mano de un hijo apretando la nuestra, en una mirada que se queda contigo, en una carcajada, en alguien que recuerda tu nombre y pregunta por tus desvelos, en el agua de todas las mañanas o recolectando piedras frente al mar.

Tal vez, en ese hallazgo, en esa intimidad extraviada, descubramos que en lo poco ya tenemos demasiado.


Por Matías Carrasco.

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