EL ACOSO BAJO EL SOL

ACOSO

En el último tiempo los casos de abuso y hostigamiento de todo tipo se han destapado en distintas instituciones. La iglesia pareciera llevar la delantera y la televisión y el cine suben ahora al escenario por las denuncias en contra de dos conocidos directores chilenos.

Una mirada rápida podría hacernos pensar que es en esos ambientes – el de la religiosidad y el del espectáculo- donde se amparan con más facilidad las prácticas que detestamos y que tanto daño causan a las víctimas de cualquier forma de abuso. Seguramente es cierto que en ambos mundos se comparten patrones que permiten al abusador dar el zarpazo y hacer de las suyas. Pero es ilusorio y peligroso pensar que el acoso siempre estará en la vereda de al frente y no en la propia.

Hace pocos días el profesor de curso donde estudia uno de mis hijos de no más de 10 años citó a una reunión especial de apoderados para abordar casos de “mal trato” entre los alumnos. Se habló de un vocabulario ofensivo y descalificatorio, de exclusión y de la normalización de dinámicas agresivas que no son propias para los estudiantes de esa edad. ¿La consecuencia? Niños con fobia escolar y padres que no duermen preocupados por la situación de su hijo. Y se nos advirtió que este tipo de incidentes se repetían en otros cursos e incluso en niveles inferiores.

Se nos dijo que el colegio estaba interviniendo con una metodología innovadora, que se había conversado con los alumnos y que las principales autoridades del ciclo estaban comprometidas y ocupadas en el caso. Se nos adelantó también que el trabajo estaba dando, hasta ahora, buenos resultados. Nada, de todas maneras, para quedarse muy tranquilo. Más bien, todo lo contrario.

Pienso que no es posible esperar a que una situación estalle para arremangarse las camisas e intervenir. No es necesario que un niño o una niña de pocos años sufra para que recién nos pongamos a conversar sobre bullyng y abuso escolar. Intuitivamente lo natural es apuntar al colegio, pero pienso que somos los padres quienes tenemos una buena cuota de responsabilidad. Además es más beneficioso verlo de esta manera. Estaría en nuestras manos, también, la posibilidad de cambiar esta historia.

Generalmente exigimos a los colegios más inglés, más deporte o excelencia académica. Pero rara vez ponemos el foco en una convivencia sana, integradora, de cuidado y buen trato.   Seguramente porque preocupados del rendimiento soslayamos otros aspectos que están en la base y que son los que nos hacen más humanos y más personas.

En segundo término los apoderados debemos poner la conversación del bullyng y forzar al colegio a darle absoluta visibilidad y vitrina a este tema, de cara a toda la comunidad. Viendo los abusos en la iglesia, nos damos cuenta que por evitar hacerle “daño” a la institución se minimizaron e invisibilizaron cientos de casos de abuso, a costa del dolor de miles. ¿No podría pasar lo mismo en los colegios? ¿A algún colegio le convendría que se hiciera público la existencia de bullyng entre sus filas? ¿Cómo impactaría esa noticia en las matrículas? La tentación es grande. Es por eso que los padres tenemos la responsabilidad de levantar la voz y generar instancias masivas, presenciales y reiteradas donde todos podamos educarnos, ayudarnos y apoyarnos en este tema, sin dejar nada debajo de la alfombra.

Además, cuando se interviene es porque la situación es conocida. Pero, ¿qué pasa con esos niños que viven el acoso de manera silenciosa e íntima? ¿qué pasa con los que sufren sin ser detectados? Sabemos que estos casos existen y, a veces, con un dramático final.

El abuso en todas sus formas y contextos es una realidad y está en nuestras narices. La solución no está en otros, sino en nosotros. El buen trato y el respeto por los demás parte por casa y por dar el ejemplo. Debemos comunicarnos mejor, fomentar el auto cuidado y el valor de la diversidad. Sobre todo en la edad escolar más temprana, donde los niños forman su carácter y su manera de relacionarse.

Pero lo más importante, pienso, es conversar y darle a este tema un lugar público y prioritario. Hay que sacarlo del sótano y ponerlo bajo el sol de todos los días. Así lo hablamos, así nos preparamos, así lo prevenimos y así, porque no, ayudamos a otros a tener una vida mejor.


Por Matías Carrasco. 

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