UNA EXPERIENCIA TRANSFORMADORA

IDENTIDADgenero

La Comisión de Derechos Humanos de la Camara de Diputados aprobó en general la idea de legislar el proyecto de ley sobre identidad de género.

La iniciativa parte reconociendo el concepto de identidad de género, es decir, que en algunos casos el sexo biológico no siempre coincide con la identidad de una persona.

En lo práctico el proyecto contempla la posibilidad de cambiar el sexo registral en la cédula de identidad. En otras palabras, permite que un hombre que se identifica como mujer pueda pasar de llamarse Felipe a Valentina en su carnet.  Esto, en el actual proyecto, se divide en tres grupos:

– Para los mayores de 18 años  se establece que pueden acceder a este derecho sin grandes requisitos.

– Los adolescentes de 14 años pueden asistir a un juzgado de familia sin el consentimiento de sus padres. El juez puede exigir la testificación de un sicólogo que acredite que ésta es una condición constante en su vida, por al menos dos años; un certificado psiquiátrico que descarte cualquier enfermedad o patología y la opinión de una asistente social que conozca el entorno familiar y pueda dar fe que no existe presión de los padres para  el cambio de identidad.

– Y para los menores de catorce años – el asunto más sensible y que anima la discusión- el cambio de identidad debe realizarse también en un juzgado de familia y con la completa aprobación de los padres o representantes legales, además de acompañar la solicitud de informes psiquiátricos, testificación  sicológica y de asistentes sociales, como en el caso anterior.

De eso, en simple, se trata la iniciativa. Es bueno saberlo, para informarse debidamente y no tragarse cada cosa que circula por whatsapp e internet.

Lo primero es admitir la complejidad de este tema.  Es un asunto que ha sido invisivilizado por décadas en nuestro país y para la mayoría resulta una novedad que – por ignorancia o desconocimiento- les queda como poncho. Por lo mismo debe ser un debate que, de lado a lado, tendría que abordarse con el mayor respeto posible. Es importante escuchar la voz de los especialistas, del mundo médico pero, sobre todo, de los niños y familias que viven en carne propia estas historias.

Lo segundo que habría que advertir es que este es un proyecto que lleva más de cuatro años descansando en el Congreso. No es tiempo lo que ha faltado. El mundo más conservador y religioso es quién se ha opuesto férreamente a su avance legislativo. Y aquí quiero poner especial atención.

Se dice, desde la vereda del «Señor»,  que ésta es una amenaza a la familia y un riesgo para nuestros hijos. Se habla de que Dios «hombre y mujer los creó» y que cualquier cosa distinta sería un atentado grave, la mayor calumnia y la más grande de las herejías en contra del Creador. Se señala que todo esto es contrario a la naturaleza humana y es parte de lo que se ha denominado «la ideología de género», la peor epidemia que asecha al mundo moderno. Se insiste que esto es resultado del «lobby gay». ¿No es acaso la Iglesia una gran lobbista? ¿Cuánto poder e influencia destinan a defender sus propias causas? ¿No tiene el mundo LGTBI derecho a movilizarse y a plantear sus propios intereses?

En todo esto – como católico- tengo una opinión distinta.

Pienso que la enseñanza de la Iglesia puede ser tremendamente edificante. Lo vimos en Chile con una institución eminentemente social y que luchó por los derechos humanos en tiempos sombríos. Lo vemos hoy en distintas partes, donde sacerdotes, laicos y religiosas hacen una labor admirable en rincones y lugares donde nadie más quiere estar.

Pero creo también que la misma Iglesia puede, en ocasiones, convertIrse en una experiencia cruel y deshumanizante. Cuando prevalece la obediencia ciega y absoluta a la doctrina y a las reglas, se aparta la mirada al ser humano. Por «acercarnos» a Dios nos hemos alejado del hombre. Por «obediencia» a la jerarquía, ya ni vemos ni escuchamos a quienes sufren al lado nuestro. Hay un abismo gigante, hondo y difícil de salvar. Por tener la mirada extraviada en el paraíso, hemos perdido humanidad.

¡Hay un sufrimiento que ni se imaginan en un niño o en un joven trans y sus familias!  Y no es por ser como son. ¡Es por el rechazo, la falta de acogida y de real aceptación! Si Dios no está con ellos, ¡no sé dónde diablos está! Yo no estoy dispuesto a hacerles más daño.

Obispos, religiosos,  laicos y legisladores cristianos deben hacer un esfuerzo por bajar las murallas, salir de las trincheras y abrirse al mundo. Y eso no significa necesariamente estar a favor de esta ley, pero sí asumir el «riesgo» de conocer otras vidas, ¡diferentes!,  y aventurarse a la posibilidad de que nos cruja el piso y tiemblen los pilares de la catedral. Tal vez podamos nosotros también vivir una experiencia transformadora.

 


Por Matías Carrasco.

 

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2 comentarios en “UNA EXPERIENCIA TRANSFORMADORA

  1. fernando paredes dijo:

    Me acaba de llegar una experiencia transformadora junto a un whatsapp en que se habla de la doctrina, la verdad y la fé, sin dar tiempo a estar debidamente informados y tragarse todo lo que llega por internet. Le contesto sobre la mayor calumnia y mas grande herejia en contra del Creador, cuando vuelven a afirmar que «los creó hombre y mujer», dejando solos a los que se aparten – sin quererlo, sin pensarlo y sin culpa – de esta afirmación insensata. Le digo lo que ocurre cuando prevalece la obediencia ciega a la doctrina, en que por acercarnos a Dios o llegar a ese Paraíso prometido, nos olvidamos del hombre y perdemos humanidad.
    Sin proponérmelo, había contestado una correspondencia personal con tus propias palabras que – por verdaderas – se habían quedado grabadas en mi entendimiento y en mi corazón.

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