Mucho se ha hablado del año que pasó. Y a juzgar por lo que uno ve desfilar por redes sociales, columnas y sobremesas de fin de semana, el diagnóstico no fue bueno. Se dice que la economía está paralizada, que los ánimos están crispados, el escenario político dividido y que tanta reforma está poniendo en riesgo el futuro del país. Se escucha que estamos cediendo terreno y que el desarrollo se nos escapa entre la punta de los dedos. Unos lo han denominado el año del desgaste y otros lo llamaron, sencillamente, el año de la mediocridad. Juzgue usted.
Pero déjeme hacer un alcance. A pesar de todo, aún con los peores vaticinios y con toda la polvareda levantada el 2014, me parece que no fue un mal año. Más que desgaste y mediocridad yo lo llamaría el año de la adolescencia, aunque sus primeros síntomas aparecieron a principios de esta década. Es tiempo de cambios, preguntas, rebeldía, despertar y búsqueda de la propia identidad ¿le suena?
Y la adolescencia no es buena ni mala, simplemente es un paso obligado para quién quiera transitar a la adultez… o al desarrollo. Le guste o no, es el costo que debemos pagar por querer ser mejores personas y un mejor país.
Y Chile tuvo el 2014 una buena cuota de hormonas. Fue el año donde gran parte de los chilenos se rebeló contra el status quo. Lo que hasta ahora parecía normal, hoy nos resulta inaceptable. Peleas más o peleas menos, ya nadie pone en duda la necesidad de hacer cambios profundos a la educación y otras materias. Y ese consenso es una buena noticia.
Lo importante es hacerlo bien. Y ahí seguimos entrampados. La tozudez y las desavenencias llegan también con esta etapa. Nuestras autoridades, Gobierno y oposición, deberían dar un ejemplo de unidad y sensatez. Una separación no es aconsejable para esta fase crucial del crecimiento.
Por su parte, las Cascadas, las colusiones y los Pentagate ya no pasan inadvertidos. Hasta la utilización de un palacio municipal para festejar al sobrino es motivo de alarma y reproche. Felizmente, ya no va quedando nada debajo de la alfombra.
Y las instituciones que antes nos cobijaban y adoctrinaban sin más, tampoco se salvaron del Chile adolescente. Hoy se levantan voces críticas desde la misma Iglesia Católica promoviendo vientos de cambio y prácticas más inclusivas y transparentes. La autonomía y el pensamiento crítico también llegan con la pubertad.
Asimismo, la discusión a plena luz del día de los temas valóricos y el avance de las minorías son parte del paisaje adolescente y su mirada abierta y acogedora. Los homosexuales que han debido lidiar con una larga historia de discriminación, hoy están a punto de anotarse un gran triunfo a la espera de la aprobación del AVP. Un justo ganador.
Con todo, ¿es esto bueno para Chile? Pienso que sí. Este 2014, aún con sus bemoles, tropiezos y economía a la baja, Chile despertó, reclamó y, en este sentido, también creció.