Esta semana el caso de una niña de 13 años, violada y con un embarazo inviable volvió a instalar en la agenda pública la discusión de uno de los asuntos de la corta lista de los denominados “temas valóricos” más espinudos y acalorados que se puedan debatir: el aborto terapéutico.
Una vez oficializado el proyecto de ley- allá por el 21 de mayo- nuestras autoridades eclesiásticas salieron rápidamente a fijar su invariable postura: “Los obispos de Chile lo hemos dicho muy claro, la vida es el valor fundamental y es el valor que hay que proteger en todos los ámbitos”- dijeron. Sacerdotes, monjas y laicos unidos en la misma cruzada.
Y si el rugido del aborto nos despertó es porque significa para la Iglesia, y tantos otros, un asunto valórico de primerísimo orden, incuestionable, incontrarrestable. Ahí literalmente nos jugamos la vida y vale la pena levantar la voz con fuerza y energía, gastando todas las balas, sin miramientos de ningún tipo. Es la madre de todas las batallas. Y está bien querer dar esa dura pelea.
Estoy consciente que como católico debería sumarme a la corriente, escribir “si a la vida” en mi pecho y salir a marchar con entusiasmo en contra de la medida.
Pero…perdón. No puedo. Simplemente, no me nace. Y es aquí donde como católico flaqueo, dudo y muestro la hilacha. Más que marchar, me quedo confundido a un borde del camino…pensando.
Y no es que esté a favor del aborto. No, nada de eso. Es sólo que caigo en la tentación de ponerme en lugar de quién sí tiene la guitarra entre sus manos (como dice el dicho, otra cosa es con guitarra). Y me pongo en su pellejo.
Porque no creo que quienes viven en carne propia un embarazo producto de una violación, clínicamente inviable o que pone en riesgo la vida de la madre y dudan, sean “pro muerte”, sino más bien seres humanos que están en medio de una feroz encrucijada moral. Y yo, en sus zapatos, no sabría bien qué hacer.
Y si alguna de mis hijas fuera violada, ¿debería esperar de brazos cruzados para ver si el espermio del violador logra fecundar el óvulo de la víctima? ¿o correría de inmediato a la clínica más cercana para eliminar cualquier vestigio de esa brutal agresión, incluso la propia vida? Honestamente, creo que sería exactamente eso lo que haría. ¿No es eso un aborto o un asesinato en potencia? Me uniría entonces a quienes están hoy en el banquillo de los acusados. Dios me perdone.
Imagino (aunque cuesta imaginárselo de verdad) el calvario que viven los protagonistas de situaciones como ésta. Cuando toda madre embarazada espera una fiesta, a muchas les toca un “funeral”. Lo de ellas es sencillamente una situación extrema, excepcional y horrorosa.
Y es por ellas que me quedo pensando. Y es por ellas que creo que esta discusión debe ser abordada con extremo cuidado y respeto. Imagino que esos padres ya tienen bastante con lo suyo, para además tener que bancarse la mirada acusadora de miles y miles de personas.
La vida no es blanca o negra, matices hay por montón. Y cuando esta discusión recién comienza, deberíamos evitar caer en la fácil práctica de encasillarnos en grupos “pro vida” y “pro muerte” o creernos mejores por levantar una bandera de lucha que, simplemente, no estamos ni cerca de conocer en toda su magnitud. Hay una gran tragedia en el medio que hay que saber pesar y empatizar. Esa niña de 13 años y su familia lo deben saber muy bien.
Al final, cada uno fijará su posición, pero la invitación es a discutir en respeto y en voz baja, porque estamos en medio de un funeral.
Matías, Fundación Chile Unido lleva 15 años acompañando a mujeres en realidades similares a las de la niña de 13 años en cuestión, acompañándolas y entregándoles las herramientas que necesiten para que no vivan este difícil proceso de manera sola, angustiada o desprotegida. Esta experiencia ha permitido constatar que, inclusive en casos de violación, un aborto genera más daños en las mujeres que el continuar con su embarazo. El acompañamiento integral y el presentarles distintas alternativas como la adopción es lo que les permite sanar la herida y seguir avanzando, en vez de agravar los daños.
Estudios internacionales así también lo demuestran: http://www.chileb.cl/perspectiva/aborto-en-casos-de-violacion-perpetuando-un-ciclo-de-violencia/
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Hola! Muchas gracias por tu comentario.
Conozco la Fundación y los felicito por lo que hacen.
Honestamente te doy las gracias por la información que me envías y la mirada respecto a los casos de violación y aborto. De todas formas las voy a mirar!
Mi único tema tiene que ver más con el lenguaje y las maneras de cómo se discute sobre este asunto, dividiéndonos entre los «pro vida» y los «pro muerte», y me parece que ese no debiese ser el camino. Soy contrario al aborto, pero también soy contrario a juicios condenatorios que se disparan con facilidad, cuando hay casos e historias feroces detrás de algunos de estos casos «excepcionales». Está el testimonio de Elisa Walker (hace algunos años) quién vivió un embarazo inviable en Inglaterra y decidió tener a esa guagua. Notable! Sin embargo ella misma llamaba a los chilenos a ser más cuidadosos a la hora de referirse a estos casos, incluso a los que tuvieron otro final. Vale la pena leerlo!! Es el relato de una paeja que lo vivió en primera personas. Puedes verlo en http://diario.latercera.com/2012/03/18/01/contenido/la-tercera-el-semanal/34-104076-9-la-historia-de-elisa-francisco-y-angela.shtml
Nuevamente muchas gracias!
saludos,
Matías
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Pingback: UN ABORTO, UN FUNERAL | Bodega de Senderos
El Papa Francisco denuncia la «falsa compasión» para favorecer el aborto y la eutanasia: http://infocatolica.com/?t=noticia&cod=22508
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Muchas gracias por esta columna! Me pasa algo muy similar a ti. Soy cristiana, siempre he estado muy en contra del aborto, pero uno crece, la vida te va mostrando realidades diferentes, matices (como bien dices tú) de algo que uno siempre creyó blanco o negro, y ahí empiezan las dudas, Y la creencia tan rígida de antes se empieza a tornar más blanda, más abierta. Me parece que, precisamente porque el mensaje central de Cristo es el amor y la compasión hacia el otro, estos temas tienen que abordarse con el corazón abierto y teniendo conciencia de que ninguna realidad es igual a otra, y de que la necesidad de un aborto no hace necesariamente a la otra persona, «pro-muerte».
He leído mucho de tu blog y te lo agradezco sinceramente porque me siento muy identificada con tu visión de mundo. Creo que sabes vivir una vida cristiana real, no solo de misa y 1%, sino de amor, solidaridad y reflexión profunda en el día a día; y eso se agradece mucho.
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Cada uno sabe su cuento, no soy pro aborto, nunca tuve uno, ni siquiera natural,pero una violacion? un feto inviable que corre peligro la madre de otros niños chicos y necesitados,pienso que uno decide su vida y nadie tiene derecho a opinar, por que no te van a cuidar a tus hijos si te mueres ni lo que salga de tu cuerpo si es inviable y vive, y si no tienes plata nadie va a educar tus hijos huerfanos.
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Que columna más asertiva, empática, sin prejuicios ni radicalizaciones.Mil Gracias.
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