De vez en cuando es bueno bajarse del mundo. Colgar los guantes, bajar la guardia, apagar los aparatos y retirarse un rato a la montaña.
Sobre todo ahora que las cosas andan enredadas. El griterío es pan de cada día, los combos van y vienen, las trincheras son parte del paisaje, abundan declaraciones violentas y a la galería y escasea el análisis serio, técnico y a la altura de tiempos complejos. Algunos ya advierten que estamos jugando con fuego, pero en vez de juntar agua y desenrollar las mangueras, otros insisten en volver a encender el prado.
Por eso en la mitad del caos es bueno pensar en bajarse del mundo. No es otra cosa que guardar silencio y desenmarcarse de tanta virulencia. Porque convengamos que la mayoría de los entusiastas soldados de esta batalla más que buscar la paz y empujar el carro a una solución sensata y ponderada, repiten como loros viejas consignas, frases hechas o cuánta estupidez encuentran en las redes sociales. Pero como están en mitad de la bataola, no se dan cuenta que están dando jugo. Y uno también.
Por eso es que echarse a un lado del camino ayuda a mirar las cosas desde otra perspectiva. Se convertirá en testigo de la media embarrada que estamos dejando, en vez de ser un protagonista más, ciego y tozudo, de un país que estamos echando a perder. Y si está a los pies del mundo, flotando en alguna parte del universo, podrá ver todos los ángulos, todos los océanos, islas y, por su puesto, tendrá una vista privilegiada de esta larga y angosta faja de tierra. Y con el mapa a su disposición seguramente se enterará – si es honesto y corajudo para aceptarlo- de que los suyos no son los únicos intereses que defender; que vive en un país diverso y, gracias a Dios, con personas que tienen el legítimo derecho a pensar diferente; que hay otros que patean piedras más grandes y mascan lauchas más feas que las suyas; que su verdad es sólo una estrella en la mitad de una constelación; que sin diálogo y encuentro no habrán puestas de sol; que mientras se junte con los que piensan igual a usted, se eduque con los que piensan igual a usted y se informe con los que piensan como usted, nunca, jamás, never, saldrá de su celda. Y entenderá, al fin, que hay otros como usted que, aunque no lo decidieron, fueron arrojados de este mundo y que merecerían ser devueltos a la caravana.
No hay duda de que el dolor, la pérdida y la muerte le ayudan a uno a bajarse del mundo. No por elección, sino simplemente porque por alguna razón el mal tiempo ayuda a poner las cosas en su lugar y en su justa medida. Hoy hay personas que están sufriendo, y mucho, y le aseguro que no están ni enterados ni menos entusiasmados con la guerra que estamos librando. Y no es necesario que a Chile le pase lo mismo. Ya han sido demasiado los golpes para tener que asumir una tragedia autoinflingida y darnos cuenta, sin remedio, de que torpemente le hicimos daño a nuestra tierra.
Aún estamos a tiempo. El sol de esta semana avizora que ya llega la primavera. Puede ser un buen momento para bajarse del mundo y ver a Chile otra vez florecer.
Por Matías Carrasco.
Muy buena y esperanzadora tu reflexion Matias , …….pero , seremos capaces de bajarnos y subirnos al techo aunque sea por un tiempito ?
Vale la pena y haré la prueba ,….por salud mental ademas!!!
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