Me mandaron a reír. Luego de enviarle un sesudo comentario de actualidad por whatsapp a un buen amigo, en vez de enganchar me devolvió un video viral, sin importancia, de esos livianitos pero graciosos. Y junto con él, el mensaje: “ríete”.
Y tiene razón. Es cierto que hay demasiados frentes abiertos para mantener el ceño fruncido y serio el semblante. Convengamos además que la gravedad tiene ciertos aires de intelectualidad y la risa, usted sabe, abunda en la boca de los tontos. Por eso pareciera más auspicioso seguir en “modo denso” y continuar con un profundo análisis, de todo y de todos.
La chispa del chileno se ha perdido. El buen humor que nos caracterizaba ha ido quedando atrás. La nube gris nos persigue y nos está comenzando a teñir la mirada. Chile se nos fue a negro y en cada cosa vemos maldad, sospecha y suciedad. Y sobran los motivos. Porque vaya que hay temas por estos días. Como si fuera un presagio, una señal, hasta la basura se ha convertido en un asunto preocupante. La licitación también se fue al tacho de la desconfianza.
No se trata de minimizar lo que nos pasa, de tapar todo lo que ya se ha destapado ni de esconder debajo de la alfombra lo que ya fue descubierto. Chile está en problemas. Pero, ¡en problemas! No estamos asistiendo al final de sus días, ni al ocaso de un país, ni al despeñadero, ni a la nueva Cuba del siglo XXI, ni al far west. Estamos bailando con la fea, ¡pero seguimos bailando!
Lo que preocupa es que hoy la queja está ganando la batalla, ¡por lejos! Haga la prueba. Dispare a matar, a cualquier cosa, y le prometo que recibirá aplausos. Intente otra vez. Generalice en esta oportunidad. Diga que todo está mal, que todos son narcos, que todos son corruptos e incompetentes (menos usted) y que todos son ladrones y abusadores. Victimícese. Volverá a recibir elogios. Descalifique ahora. Tírele con fuerza al Gobierno. Volverán a aplaudirlo. Y si es del bando contrario, escúpale en la cara a la oposición. Le sobaran el lomo. Eso vende.
Se nos deprimió esta larga y angosta faja de tierra. Paradójicamente a un país rico en minerales, le está faltando el litio. Para equilibrar las cosas digo yo. La queja y los malos augurios más que un síntoma se están convirtiendo en nuestra enfermedad.
Estamos hechos una lata. Uno a uno nos hemos ido contagiando. Estamos cayendo como moscas en esta silenciosa epidemia. Nos estamos convirtiendo en ese indeseable personaje que siempre está “ahí no más”, pase lo que pase, preso de su malestar, sus excusas y circunstancias. ¿Cómo voy a estar bien si Chile se cae a pedazos? Difícil será sostenerlo con tanto pesimismo.
Por eso reír puede ser un buen consejo. Soltar una buena carcajada puede activar los músculos, oxigenar la sangre y devolvernos el alma al cuerpo. Seguramente, como un día después de la lluvia, volveremos a ver la cordillera. Los problemas seguirán ahí, pero atrás, majestuosa estará la cordillera, como recordándonos que a pesar de todo, siempre habrá cumbres, paisajes y horizontes que disfrutar y celebrar, más allá de esa pesada nube gris.
Por Matías Carrasco.