EL HUMOR SALVARÁ AL MUNDO

Hace algunas semanas asistí al funeral de una mujer joven. Murió luego de un cáncer que la mantuvo con vida solo unos cuántos meses. Dejó a un marido, un hombre noble, y a dos pequeñas hijas. A ella la conocí poco, pero con cierta intensidad. Era alegre, sensible, generosa, y buena, sobre todo, buena. Su partida, con tanto por delante, puede ser un drama. Sin embargo, en la misa, su hermana habló de ella sin perder el humor. Era una mezcla extraña entre dolor y risas. A veces recogía el rostro, soltaba un bufido y un llanto, y a los segundos lanzaba una broma y una carcajada. Los fieles, amigos y familiares de la difunta, repetían la misma dinámica: dejos de alegría, dejos de profunda tristeza.

Hace un rato que vengo repitiendo la misma cantinela: ¡el humor salvará al mundo! Puede parecer una tontería. No basta el humor para salvar al planeta, pero quizás sea una salida interesante, o la única que nos queda. Nos hemos vuelto una tierra algo sombría. La queja está instalada como una práctica habitual y las premoniciones sobre el futuro no ayudan. Es cierto que vivimos una época jodida, de cambios, de confusión, de incertidumbre. Tenemos importantes asuntos que resolver, y hay que poner todo de nuestra parte para que así sea. Pero la pesadez, esa cosa cosa seria, ese semblante hosco, no va a sumar mucho a la hora de soportar la tormenta o de atravesar el desierto. Cuando las penurias llegan, llegan, no hay más. Y convendría asumirlas con adultez, pecho a las balas, pero sin dejar nunca, pero nunca, el sentido de humor.

Hay que abandonar la gravedad, o al menos, tanta gravedad. Hay que luchar contra esa actitud como de activista comprometido, de redentor entusiasta, de un victimismo perpetuo.  Todos habitamos, de vez en cuando, esos lugares.  Anne Dufourmantelle, filósofa y sicoanalista francesa escribió un bellísimo ensayo titulado, Elogio del riesgo. En él, habla sobre la conveniencia de asumir una vida más lanzada, más abierta, más entregada a los vaivenes de la realidad. Dedica un capítulo a la risa y al humor. En una creación humorística -señala- la realidad, sin importar cuán terrible, no es negada ni truncada sino trascendida, procurando al sujeto la posibilidad de salirse con una carcajada. La risa -agrega- reivindica una forma de tontería, de inocencia…no busca tener la razón. Dufourmentelle murió a los 53 años, arriesgando su vida en una playa francesa al intentar rescatar a dos niños del mar.

Hay humor sin gracia. Y el menos gracioso de todos es el que busca reírse de otras personas. El humor inteligente, el más filudo, el que arriesga, es el que persigue reírse de uno mismo. Y si ese chiste aparece en los momentos más oscuros, tanto mejor. Hay en eso un intento por rescatarnos, por salir, por estirar los brazos, otra vez, a la superficie. Y fuera del pozo, pisando tierra firme, podremos ver las cosas desde otra perspectiva, con más aire, con más levedad, encontrando nuevas posibilidades, otros mares y otras orillas.

Sí, el humor puede salvarnos. Puede librarnos de nuestros miedos, de nuestro afán de control, de la trampa de las víctimas y de nuestra propia hipocresía. En situaciones complejas, principalmente en asuntos intrincados, hay que aventurarse, con honestidad y coraje, a las tierras del ingenio y del humor.

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Por Matías Carrasco.

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