TIENE RAZÓN

Tiene razón el Presidente Boric cuando plantea una crítica a los medios -en particular a los diarios El Mercurio, La Segunda y La Tercera- por preferir las malas noticias. “Pareciera que vivimos en un país infernal y no estamos en eso”.  Lo dijo en un tono serio y cabreado. Además, con cierta autocrítica, llamó a cuidar y valorar lo que tenemos. “Si mantenemos una coherencia con eso en el futuro, independiente de quién gobierne, nos puede ir mejor” – concluyó.

Es un debate interesante. Para ser justos, más que en los medios escritos es en los noticieros de televisión donde se percibe, con más énfasis, ese afán por mostrarnos el lado más sombrío de Chile. Es como si se hubiesen puesto de acuerdo. Ponga el canal que ponga se encontrará con delitos, sangre y un nivel de delincuencia que pareciera tener al país de rodillas. Todo con una música ad hoc e imágenes que exacerban la sensación de estar viviendo en la jungla. Son hechos ciertos, pero que se escogen, se editan y se ordenan de tal manera, que terminan por exagerar burdamente la realidad.  Al final, la noticia se convierte en un producto, se empaqueta como un producto, se presenta como un producto, cuyo fin es llamar la atención, ganar audiencia, sumar auspiciadores, y, era que no, percibir la mayor cantidad de dinero posible. Y todos se prestan para el juego -incluso rostros y periodistas de los más justicieros y críticos del sistema- aunque eso signifique tener a las personas con los pelos de punta.

En las redes sociales la cosa es parecida o peor. Si bien no son medios tradicionales, su influencia en la opinión pública, y principalmente en los más jóvenes, es importante. Allí la crítica es feroz y destemplada. No es posible exigirles a los twiteros un comportamiento ejemplar, pero sí se esperaría de autoridades y políticos una conducta diferente. Pero no ha sido así. De uno y otro bando -incluyendo al Mandatario y su sector- se han esmerado, en este y otros tiempos, en subrayar las miserias del adversario, con desmesura, en patota, con posturas categóricas y no del todo justas, sin espacio a los matices y a la reflexión. Más que cuidar las palabras y la convivencia, prevalece el aprovechamiento político y un todo vale – a veces descarnado- a la hora de sumar adeptos y ver caer al enemigo.

Tiene razón el Presidente, pero no debe ser él quien lo diga. Los personeros públicos -y sobre todo la máxima autoridad- son objeto de escrutinio y cuestionamiento, siempre. Por eso, incluso su esfera privada está más expuesta a la fiscalización que la de los ciudadanos comunes y corrientes. Esa es la principal labor, la primera, que deben cumplir los medios de comunicación. Son garantes de la democracia y su ejercicio debe ser realizado con libertad y holgura. Si se equivocan, si mienten, son los tribunales los encargados de juzgar y penalizar su actuar, pero de ninguna manera el Mandatario, menos cuando lo hace apuntando con el dedo a tres medios. ¿No es esa una forma de inhibir la actividad periodística? ¿no hay ahí una presión?

El Presidente Boric debiera recordar lo que señaló como candidato: “el rol de los medios es incomodar al poder y cuando uno se siente acorralado y las preguntas son muy difíciles, en buena hora, para eso está la prensa”. Es una idea que repitió en los primeros y eufóricos días de su gobierno, cuando aún no experimentaba el zumbido de los medios en su oreja. Otra vez, la maldita guitarra.

Tiene razón. Prima lo negativo y es fundamental hacer el esfuerzo por valorar y cuidar lo que tenemos, para que Chile no parezca el infierno que no es. Es un llamado a los medios, y también a líderes de opinión, políticos y ciudadanos. Pero es clave hacer esa distinción siempre, con altura y sentido de responsabilidad, y no únicamente cuando están en entredicho los propios intereses. Así, solo así, nos puede ir mejor.

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Por Matías Carrasco.

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