COMPRENDER

Sigo el debate sobre las últimas declaraciones de Patricio Fernández -hoy asesor presidencial para la conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado- en una entrevista radial. “La historia podrá seguir discutiendo por qué sucedió o cuáles fueron las razones o motivaciones para el Golpe de Estado. Eso lo vemos y lo vamos a seguir viendo. Lo que uno podría empujar, con todo el ímpetu y con toda la voluntad, es decir: ‘ok, tú, los historiadores, y los politólogos podrán discutir por qué y cómo se llegó a eso, pero lo que podríamos intentar acordar es que los sucesos posteriores a ese Golpe son inaceptables en cualquier pacto civilizatorio’”-  dijo el ex convencional.

En otras palabras, Fernández acepta que algunos quieran tener una animada conversación para descubrir por qué diablos Chile terminó en un Golpe Militar, pero lo que no se puede debatir son los crímenes que ocurrieron tras el bombardeo a La Moneda. Y eso, debiese contar con una condena transversal. No parece tan descabellado.

Sin embargo, sus opiniones levantaron polvo, y harto. Distintas agrupaciones de derechos humanos enviaron una carta al Presidente Boric, solicitando la renuncia de Fernández. Arguyen que  “es una muy mala señal que no condene el Golpe de Estado y relativice ese acto fundacional de la criminalidad más brutal que partió el mismo 11 de septiembre de 1973″. Sectores de la izquierda lo acusan de negacionismo y el diputado PC, Luis Cuello, asegura que “no creo que sea correcto ni siquiera sugerir que se puedan discutir las motivaciones del Golpe de Estado”. No es el único. Son varios que piensan lo mismo. 

¿Es posible interesarse por las causas que llevaron al Golpe sin por ello justificar los delitos, asesinatos, torturas y exilio que le sucedieron? 

Leo por estos días el último libro del escritor Emmanuel Carrere, V13, una secuencia de crónicas bien depuradas sobre el juicio a 14 acusados de participar en los atentados terroristas que azotaron Paris el 13 de noviembre de 2015. Es una narración honesta y bien al filo, a “lo Carrere”. Allí, el periodista cita al filósofo, Spinoza: no juzgar, no deplorar, no indignarse, únicamente comprender. Pero inmediatamente después, parafrasea al Primer Ministro Francés de la época, Manuel Valls: comprender ya es disculpar. 

Es esta encrucijada la que nos tiene enredados hace un buen tiempo. Cualquiera que quiera asomarse a comprender los hechos que antecedieron el violento y profundo quiebre de hace 50 años, corre el riesgo de ser acusado de negacionista, de relativizar las violaciones a los derechos humanos o ser cómplice de tales atrocidades. ¿Será tan así? Por supuesto que no.

En su último ensayo, Daniel Mansuy, plantea -seria y detalladamente- esta problemática. El final de Allende es tan dramático, la escena tan dantesca, su discurso tan bello, que se convierte en un mártir, y en algo así como la piedra del sepulcro imposible de remover. Hay un manto moral que lo cubrió todo. No solo la muerte del ex presidente, sino también su gestión y la de quienes lo acompañaron en la UP. Por eso quien se anime a correr la piedra le caerá una tremenda reprimenda moral encima. De ahí, el silencio. 

Hay quienes piensan que hablar sobre las causas del Golpe, es justificarlo. Otros creemos que hacerlo, conversar sobre ello, plantear acaloradamente los contrapuntos, es una buena forma de sacar lecciones y evitar que se repita. ¿El Golpe fue perpetrado solo por el empresariado, la derecha y la injerencia internacional? ¿no tuvieron los partidos de la UP responsabilidades en el clima social y político de la época? ¿Cuánto colaboró el Partido Socialista en tensionar las posiciones? ¿Cuál fue el papel que cumplió la DC y el Partido Comunista? ¿Cuánta responsabilidad le cupo al mismo Allende para terminar en una situación difícil de sostener? ¿Por qué llegamos a odiarnos tanto?

No conozco a Patricio Fernández, tengo diferencias con él en algunas de sus intervenciones, pero me parece que lo que dijo no es ninguna aberración. De hecho, para la conmemoración de los 50 años del Golpe les he aconsejado a mis cercanos leer dos libros: Salvador Allende, la izquierda chilena y la unidad popular, de Daniel Mansuy, para entender- en parte- las causas que llevaron al quiebre institucional. Y La Búsqueda, de Cristóbal Jimeno, para advertir por qué no pueden justificarse -desde ningún punto de vista- los salvajes crímenes cometidos en dictadura.  

Comprender no es justificar. 

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Por Matías Carrasco.

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