A DOS DÍAS: BARROS DEBE RENUNCIAR

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Hay que «prestar ropa». A dos días de que Barros asuma, hay que insistir y levantar la voz. Es bueno que la comunidad de Osorno y los directamente involucrados sepan que no están solos.  No ha bastado con la inédita  intervención de dos congregaciones: Jesuitas y Sagrados Corazones. Tampoco han sido suficientes las valientes declaraciones de los sacerdotes Pedro Klieguel, Percival Cowley, Alex Vigueras, Gabriel Roblero, Felipe Berríos y la carta de rechazo enviada por una treintena de curas de Osorno. La Nunciatura  insiste y el nuevo Obispo no da pie atras.

Es una decisión tan incomprensible y tan injusta que se hace muy difícil quedarse al margen y simplemente obedecer, como se nos pide a los católicos, a la jerarquía y a la autoridad de la Iglesia. Perdóneme. Mi conciencia me dicta otra cosa.

No es justo para Juan Carlos Cruz, José Andrés Murillo y James Hamilton, quienes ya pusieron algo más que sus cabezas para generar la caída de Karadima, y con él, una historia de abusos, desidia y poder. Hicieron un gran favor a la Iglesia y a Chile. Pero no fue suficiente. Ahora deben seguir dando la pelea. Y ahí los tenemos, poniendo el pecho nuevamente, cansados de andar pero conscientes de la causa que están liderando. Quizás la gran diferencia de años atrás es que hoy, felizmente, no están solos.

No es justo para la comunidad de Osorno, que ha recurrido respetuosamente a los canales institucionales para hacer ver el dolor y el revuelo generado por la cuestionada designación. Pero aún así, no fueron considerados. Sus sospechas y razones, merecían al menos una explicación. Pero nunca llegó. Sólo escuchamos las declaraciones del Cardenal, de la Conferencia Episcopal y del mismísimo Obispo electo, cuando la mesa ya estaba servida. Más que una respuesta cordial a las preguntas de los fieles, pareció como una acción comunicacional e interesada para intentar apaciguar la presión ya instalada en la opinión pública.

No es bueno tampoco para la Iglesia, que ha persistido tozudamente en una determinación que pocos logran entender y que la ha puesto en entredicho. A tal punto que es la figura del mismo Papa la que comienza a teñirse con todo lo que este caso ha salpicado. Los avances que se han logrado en materia de mayor transparencia, hoy se ven enredados en un nudo que la misma Iglesia se encargó de atar.

Y no es bueno para el Obispo Barros. La Nunciatura y su determinación personal de seguir adelante, lo exponen al escrutinio público y ofensas que no siempre son justas. No necesitamos mártires ahora, menos cuando no hay persecusión. Sólo necesitamos gestos que permitan devolver la paz y la unidad a la Iglesia chilena y particularmente a la diócesis de Osorno. Porque aún salvándole la proposición al Monseñor y creyéndole que él nada supo o vio de Karadima, todavía así, no es prudente que asuma. Bastan las sospechas, las dudas razonables y el haber pertenecido al círculo de confianza de una fraternidad disuelta por el mayor escándalo de abuso sexual de nuestra historia reciente, para que lo más conveniente sea dejar el cargo.

Sé que muchos católicos piensan que es el espíritu santo el que está detrás y que solo hay que confiar, aunque nos parezca incomprensible. Respeto esa mirada. Pero respeten también una perspectiva diferente. Porque hay otros que creemos que el espíritu santo no es propiedad de un Obispo, una Nunciatura o de lo mas alto de la pirámide de la Iglesia, sino que también se regala como gracia a todas las personas, y en este caso en particular, a los corazones de los osorninos que han manifestado su malestar, y que por supuesto, tienen algo que decir.

Si usted es de los católicos que siempre se ha quejado de su propia Iglesia porque quiere ver en ella una mirada mas abierta, inclusiva y humana, pues bien, éste es un buen momento para, responsablemente,  “prestar ropa” y levantar la voz.  Como usted quiera, como a usted más le acomode. No es gratis. Le dirán que hace daño, que siembra división, que le falta paz de espíritu y lo invitarán a dejar esta Iglesia y buscarse otro lugar. Pero usted no se amilane y dígale que lo hace por cariño a la misma madre Iglesia, aunque ellos no lo logren entender.

A dos días de la toma de posesión, y porque no es bueno ni justo para nadie, Barros debe renunciar.


por Matías Carrasco.

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8 comentarios en “A DOS DÍAS: BARROS DEBE RENUNCIAR

  1. Luz María ruiz-tagle dijo:

    Gran reflexión ! , Tranquila ,Ponderada , respetuosa y muy valiente .
    No se queda nada en el tintero , un recorrido pleno y certero de este triste episodio de la iglesia católica!
    Yo también tengo esperanzas que monseñor Barros renuncie , su misión es Unir y no provocar rupturas .
    Como tu buen dices hoy necesitamos mas que nunca gestos que permitan devolver la paz y unir a nuestra iglesia!!!
    Felicitaciones !! Y gracias!

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  2. Juan Rafael Gaete dijo:

    Me resulta algo agrio entender como la iglesia es tan testaruda, se cae a ledazos y ahora se automutila con algo asi… No culpen al pueblo de poca fe, mas bien cuestionense el oeso de sus malas desiciones…

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  3. Manuel Herreros dijo:

    Matías,
    Sin ser católico comparto profundamente con un ala de la iglesia. La he visto estar donde no llega nadie, la he visto luchar coherentemente por lo que no le parece correcto y la he visto acompañar donde se necesita.
    Este nombramiento es una humillación, un pisoteo al sufrimiento de algunos. Siento que es casi reírse de aquel que con valentía hizo pública su historia. El ser católico no puede solo basarse en un sentido de pertenencia, el ser católico es un llamado a la acción, y no me refiero a estar donde las papas queman, sino en lo que enseño a mis hijos, en preocuparme de saludar al conserje, en como hago desde lo cotidiano un mejor lugar más feliz y sobre todo tener una postura clara de rechazo a situaciones como el nombramiento de Barros.
    Creo que no basta con levantar la voz son sutileza, con dejar que otros opinen distinto y apoyen estas situaciones. Esa gente hace mal a las personas, enturbia el camino de la iglesia y por sobre todo hace daño, mucho daño. A esas personas no las queremos conduciendo la iglesia, es más, no me gusta que estén en la iglesia. Siento que es nuestro deber ir en contra de lo que nos parece y ejercer nuestro derecho a que nos de rabia, a apuntar y decir ustedes están mal, solo así reivindicaremos la situación de aquellos que sufrieron abusos.
    “Danos sinceridad, Para no llamar prudencia a la cobardía, al conformismo, a la comodidad.” “No queremos una prudencia que nos lleve a la omisión” (Luis Espinal Camps. Lo vi en la puerta de entrada de un centro jesuita en La Paz, se me grabó para siempre)
    Agradezco tus columnas y tu asertividad. Un abrazo

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